viernes, 10 de agosto de 2012

CALIPSO era una ninfa marina que recibió a Ulises con mucha hospitalidad y se enamoró de él. Quiso retenerle para siempre y hacerle inmortal,




pero él insistió en su resolución de volver a su país junto a su esposa y su hijo. Por  fin  Júpiter le ordenó dejarle partir y le envió la orden por Mercurio, que la encontró en la gruta que Homero describe así:

...Cuatro fuentes de la más serena ninfa seguían
su sinuoso curso, una junto a otra, y por todas
partes se extendían praderas delicadamente
verdosas, moteadas por el púrpura de las violetas;
era una escena capaz de maravillar
a un dios bajado del cielo.

Calipso obedeció de mala gana las órdenes de Júpiter. Proporciono a Ulises los medios  para proseguir su viaje y el héroe navegó con vientos favorables durante muchos días. Cuando ya avistaba tierra, se levantó una tormenta que le rompió el mástil y amenazaba con echar a pique su embarcación. En semejante crisis una ninfa compasiva, en forma de cormorán, le llevó una correa y le indicó que, si se veía obligado a confiarse a las olas, se la ciñera al pecho y ella le sujetaría desde arriba, y de esta forma le ayudaría a ganar la costa a nado...

SINTIENDO PRESENCIAS INVISIBLES
                                          

martes, 7 de agosto de 2012

Orfeo era hijo de Apolo y la musa Caliope. Su padre le regaló una lira y le enseñó a tocarla. Aprendió a hacerlo con tal perfección que nada podía resistirse al encanto de su música.



No sólo seres humanos sino que incluso las bestias salvajes se calmaban con sus melodías y se reunían amansadas a su alrededor y entraban en trance con su canto. Incluso los árboles y rocas eran sensibles al hechizo; si los anteriores se reunían a  su alrededor, éstos relajaban algo de su rigidez, ablandadas por sus notas.

Orfeo, con su láud, hizo inclinarse
ante su canto a los árboles y a
las heladas cimas de las montañas.
Ante su música, plantas y flores
los brotes, el Sol y la lluvia
hicieron una larga primavera.

Todo el que le oyo tocar,
incluso las olas del mar,
reclinó la cabeza.
En la dulce música hay tal arte
que mata las penas y el dolor del corazón
se duerme o, al oírla, se muere.
-Shakespeare-

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