Aquel día habían venido dos hombres y dos mujeres. Les acompañé hasta la presencia del pequeño Demonio, él o ella apagó de un fuerte soplido todas las velas de la antesala, y con una media sonrisa que sólo yo podía ver, avanzó hacia ellos a largas zancadas, tocaba su campanilla de plata, la que llevaba colgada al cuello, y su voz era terriblemente dulce y suave, cuando les llamó por sus nombres de pila:-Venid a mis brazos. Os estaba esperando...
Presencias Invisibles
¡Excelente! Un abrazo.
ResponderEliminarMil gracias, Alma. Sé bienvenida a este Blog, como siempre lo has sido. Un placer tenerte con nosotros también aquí.
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