sábado, 27 de agosto de 2011

LA FOTOGRAFIA


Suena mi teléfono. Ana acaba de ser internada de nuevo. Llevaba meses sin verla, y cuando dejó el tratamiento y la clínica estaba bastante mejor.  Me llamo María y soy Psiquiatra. Ana perdió  a su hijo de tres años, hace treinta meses. Destrozada,no podía siquiera elaborar su duelo. Iba cada día al cementerio, y  se quedaba allí  horas y horas. Una noche no regresó. Alarmada la familia llamó a la Policía que la encontró al amanecer abrazada  a la tumba del niño. Desde entonces le prohibieron, ir pero no hacía caso. Se escapaba y alli se quedaba día y noche hasta que alguien la rescataba. Entonces caía en un estado de postración, sin comer ni hablar. Fue cuando ingresó en la clínica y empecé a tratarla. Tras meses de terapia, le di el alta con la recomendación expresa de no ir al cementerio.
Subo a la habitación y la encuentro postrada en la cama con la mirada perdida. Me reconoce y se le saltan las lágrimas. Pido a la familia que salga. Le pregunto: -  ¿Ana, que ha pasado? ¿Has vuelto a ir al cementerio? Afirma con la cabeza. ¡- Ana! Te dije muy claramente que no fueras, que no era bueno para tu recuperación. Ana mete la mano dentro de su pecho y saca una fotografía que me muestra. Es la tumba de su hijo, y en ella aparece un niño vestido de blanco. Me dice que la foto la hizo al anochecer, cuando el cementerio ya estaba cerrado.  No puedo evitar un escalofrío. 

- ¡Ana! ¿Me estás queriendo decir que has fotografiado a tu hijo muerto junto a su tumba? 

Ana se levanta y se pone a gritar. No sé como calmarla. Entre sollozos me zarandea y me dice: ¿No entiende usted nada? ¡¡¡¡Ese niño no es mi hijo!!!!.

Presencias Invisibles

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