"¿Quién eres que aquí estás sin ser tu día?"
"Si vengo, no me quedo", dije yo,
"pero ¿quién eres tú, tan enfangado?"
Uno que llora soy", me respondió."
Y yo a él: "Con su luto y apenado
quédate aquí, oh espíritu maldito,
que te conozco aun viéndote embarrado".
Ambas manos tendió al leño el precito,
pero el maestro lo espantó prudente:
"¡Ve con los otros perros!", fue su grito.
Me echó al cuello los brazos, y en la frente
besóme y dijo "¡Oh alma desdeñosa,
bendita quien dio abrigo a tu simiente!
Esa alma en el mundo fue orgullosa,
mas no hay bondad que ensalce su memoria,
y ahora su sombra vese aquí furiosa.
¡Cuántos viven allí fingiendo gloria
que, cual cerdos, vendrán al cieno feo
dejando tras de sí su mala historia!"
Marpin y la Rana.
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