-¿Es usted el doctor King?
-Sí, yo soy, contestó él.
Y en voz baja , con acento de venganza, la mujer exclamó:
-¡Lutero King, llevo buscándote cinco años!
Entonces, con un súbito reverberar de acero, sacó de entre sus ropas un abrecartas jápones muy afilado y lo hundió en el pecho de Martin. Se armo un tremendo alboroto, y alguien agarró a la mujer. Un hombre se dispuso a extraer el puñal, pero Martin no se lo permitió. Se quedó sentado en su silla, muy tranquilo, con el puñal clavado y asomando en su pecho.
Baste decir que la punta del arma estaba rozando la aorta. No se habia dejado llevar por los nervios y se habia salvado, si hubiera estornudo, habría muerto instantáneamente...
EL BLOG PRESENCIAS INVISIBLES
No te conocía este blog. He entrado como un amigo y te agradezco el relato. Es que los abrecartas, como puede verse, tienen muchas funciones, seguramente imprevisibles. Un beso
ResponderEliminarGracias a migo, por tu presencia y comentarios. Sé bienvenido a este Blog, como lo eres en todos los demás.
ResponderEliminarUn abrazo.