Propuso la olla de hierro a la olla de barro hacer un viaje; pero ésta se excusó diciendo que era mayor sabiduría permanecer junto al fuego, pues la bastara el menor tropiezo para hacerse pedazos.
-Para vos, que tenéis la piel más dura, no veo inconveniente.
-Yo os guardaré de los peligros-repuso la olla de hierro-.
Si alguna materia dura os amenaza, entrambas dos me pondré y os salvaré al momento.
Persuadío el argumento a la olla de barro, y a su lado abre la marcha su compañera la olla de hierro. Emprenden la caminata, tropezón va, tropezón viene, lanzadas una contra otra al menor inconveniente. La olla de barro es la que más padece: aún no dieron cien pasos, y su compañera la parte en cien cachos, sin darle tiempo siquiera para quejarse.
Sólo debemos unirnos con nuestros iguales, si no queremos sufrir la suerte de la olla de barro.
SINTIENDO PRESENCIAS INVISIBLES
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