Mi revista, una mediocre publicación mejicana sobre temas de misterio y ocultismo, me había enviado a hacer un artículos sobre "La Llorona", esa mujer que en un rapto de celos o locura,a sesinó a sus hijos, y que ahora vaga por la etenidad llorando su muerte. Dicen que sale en las noches aullando de dolor, y que quienes la ven, están perdidos pues su presencia, además de aterradora, es una inequivoca señal de un destino trágico.
Vagaba esa noche por las calles, camino de la modesta pensión donde me hospedaba, cuando una sombra vestida de blanco dobló la esquina. Llovía y su pelo largo y mojado se pegaba a su rostro. La mujer lloraba, y un escalofrío recorrió mi espalda. Quizá mi suerte estaba echada y allí acabarían mis días, con el maleficio de "La llorona". Aterrado, vi como se acercaba y aunque deseaba correr, el miedo me tenía paralizado. Cuando estaba a esacasos centímetros, me pidió un pañuelo. Miré sus ojos, y no había en ellos el vacío de la muerte, pero sí un pozo enlodado de dolor y soledad. La cobijé con mi paraguas y le di mi pañuelo. Al hacerlo rocé sus dedos. No era un espectro, era real de carne y huesos.
Le pregunté: ¿Qué te pasa?
Ella sólo dijo: "Tengo pena" y siguió llorando.
Y yo comprendí que no hay maldición más grande que la tristeza que no admite consuelo.
Ranita
Presencias Invisibles
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