La roca se abrió al punto, y Cassim quedó asombrado y pegado a tierra ante aquel cúmulo de riquezas en sedas, piedras preciosas y monedas de oro y plata. Pero el asombro le duró bien poco, pues era mayor su ambición y su egoísmo. Entró en la cueva, y llenó los cofres de monedas. Cuando los tuvo llenos, pensó en salir al exterior para cargar las mulas y marchar a la ciudad, pero había olvidado las palabras y la roca no se abría. Intentó hacer memoria, y, en vez de pronunciar las que le había dicho su hermano y él había repetido para abrir la cueva, sólo acertó a decir con todas sus fuerzas: - ¡Cebada! ¡Abrete!...
Interminables Presencias invisibles, listas y preparadas.
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