¿Todos los hombres son fetichistas?
¿A dónde, a dónde llega
la piel de lo infinito...
Si después de haber dado,
los límites que el cuerpo
con sombra o con dolor me dibujaba,
hoy, más preso de mí, más diminuto,
temerosa semilla sólo entrego,
infecunda y opaca
-pupila ciega-, carne del infierno;
¿dónde, por dónde el viento se derrama?
Fuera de mí ¿qué mano mueve al sol?
que así le ordena
su ritmo cotidiano y amoroso?
¿Quién abrió la semilla,
imperceptible apenas en su olvido,
para subir tan lentamente al árbol
y tan jugosamente el fruto al cielo?
¿Qué misteriosa luz condujo al hombre
hacia la blanca harina;
la dulce melodía;
la paz del sueño, el fecundar glorioso?
A la cauta serpiente ¿Quién la indujo
a su mudo saber y a su veneno?
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